07 marzo 2012

Maurice Ravel


El 7 de marzo de 1875 nació en Ziburu, localidad vasco-francesa cercana a Biarritz, el compositor francés del siglo XX, Maurice Ravel, cuya obra está frecuentemente vinculada al impresionismo, fruto de una compleja herencia y de hallazgos musicales que revolucionaron la música para piano y para orquesta. Reconocido como maestro de la orquestación y por ser un meticuloso artesano, cultivando la perfección formal sin dejar de ser al mismo tiempo profundamente humano y expresivo, Ravel sobresalió por revelar «los juegos más sutiles de la inteligencia y las efusiones más ocultas del corazón» (Le Robert).

Conocido universalmente por el “Bolero”, su catálogo, aunque no muy extenso, incluye una serie de obras hasta cierto punto poco conocidas que hablan de un autor complejo, casi misterioso, que evitaba cualquier tipo de confesión en su música. Un autor que concebía su arte como un precioso artificio, un recinto mágico y ficticio alejado de la realidad y las preocupaciones cotidianas. Stravinsky lo definió con acierto como «el más perfecto relojero de todos los compositores», y así hay que ver su música: como la obra de un artesano obsesionado por la perfección formal y técnica de su creación.

Ravel (1º por la izq) en el Conservatorio
A los pocos meses de su nacimiento, la familia se mudó a París, donde Ravel habría de pasar la mayor parte de su vida. Desde muy joven mostró predilección por la música y, a diferencia de tantos otros músicos de talento, siempre tuvo el apoyo incondicional de su padre. A la edad de 14 años, Ravel ingresó en el prestigioso Conservatorio de París, pero lo abandonó en julio de 1895 sin haber logrado ninguna distinción honorífica. En 1898 regresó para estudiar composición con Fauré, pero su deliberada transgresión a las reglas musicales hizo que no obtuviera ningún premio por sus composiciones.

Maurice Ravel en 1906
A pesar de no haber logrado éxito académico, Ravel encontró un nicho entre el público contemporáneo. En el transcurso de la siguiente década, aumentó su popularidad en Francia. En 1901 se presentó al Gran Premio de Roma, cuya obtención era garantía de la consagración oficial del ganador. Logró el segundo premio con una cantata titulada “Myrrha”, escrita en un estilo que buscaba adaptarse a los gustos conservadores del jurado y que para nada se correspondía con el que Ravel exploraba en obras como la pianística “Jeux d’eau” (Martha Argerich), en la que arrancaba del registro agudo del piano nuevas sonoridades. Participó otras tres veces, en 1902, 1903 y 1905, sin conseguir nunca el preciado galardón. La última de ellas, en la que fue eliminado en las pruebas previas, provocó un escándalo en la prensa que incluso le costó el cargo al director del Conservatorio.


Sin necesidad de confirmación oficial alguna, Ravel era ya entonces un músico conocido y apreciado, sobre todo gracias a su capacidad única para tratar el color instrumental, el timbre. Una cualidad ésta que se aprecia de manera especial en su producción destinada a la orquesta. Su música de cámara y la escrita para el piano participa también de estas características.

Nijinsky y Ravel en 1914
Hay que señalar que esta faceta, aun siendo la más difundida, no es la única de este compositor. Personaje complejo, en él convivían dos tendencias contrapuestas y complementarias: el placer hedonista por el color instrumental y una marcada tendencia hacia la austeridad que tenía su reflejo más elocuente en su propia vida, que siempre se desarrolló en soledad, al margen de toda manifestación social, dedicado por entero a la composición. Sus dos conciertos para piano y orquesta, sombrío el primero en re menor, luminoso y extrovertido el segundo en Sol mayor “Adagio- assai” (Hélène Grimaud & Vladimir Jurowski), ejemplifican a la perfección este carácter dual de su personalidad.

Ravel en el frente (1915)
Convencido de que todo artista debe vivir de lleno los traumas que afligen a su país, en 1915 Ravel se alistó al ejército francés. Por haberle faltado dos kilos para llenar el requisito de peso mínimo para ser soldado, se le asignó el puesto de chófer, el cual no fue de su entera satisfacción. Dieciocho meses después, Ravel enfermó de disentería y regresó a París. A los pocos meses de su regreso, su madre murió. El impacto de la pérdida fue tan severo que Ravel nunca se recuperó completamente.

Ravel intentaba, desde 1906 componer para el ballet una Apoteosis del Vals en homenaje a Johann Strauss cosa que, la Primera Guerra Mundial, le impidió realizar. La experiencia de la guerra vivida como un aniquilamiento de la civilización, cambio su perspectiva de la obra que tenía en mente. A la imagen romántica y fastuosa de la corte vienesa del siglo XIX, bien ilustrada por los valses de Strauss, le sucedió la imagen de un mundo decadente amenazado, siempre, por la barbarie. Por este motivo la obra de Ravel sobrepasa, con mucho, sus ambiciones iniciales. El músico compuso, según su propia definición, "un torbellino fantástico y fatal", suntuosa evocación de la grandeza, de la decadencia y de la destrucción de la civilización occidental: “La Valse” (1919-1920) Transcripción piano (Glenn Gould)

Ravel ya de por sí era un compositor muy meticuloso, y esto, aunado a las varias tensiones vividas, hizo que sus composiciones se retrasaran aún más. Ya para 1932, Ravel comenzaba a manifestar síntomas de una debilitante enfermedad cerebral. Existe cierta controversia sobre el tipo de enfermedad que padecía, se cree que fue Alzheimer o Pick. Conforme la enfermedad empeoró, Ravel fue perdiendo la capacidad de escribir y de expresarse con claridad. También comenzó a padecer de afasia musical, de tal manera que podía escuchar las notas equivocadas de las piezas que otros le tocaban, pero no podía anotar nuevas composiciones. Aunque componía mentalmente y trabajó en un par de proyectos diferentes (digna de atención es una ópera sobre Juana de Arco), le era imposible transcribir música que sólo él podía escuchar. Ravel murió en diciembre de 1937, a los 62 años, después de una fallida operación del cerebro.

• Ravel y su arte. Las influencias
Emmanuel Chabrier
Ravel reconoció a Emmanuel Chabrier (1841–1894) como uno de sus principales inspiradores. Nacido en un tiempo bastante propicio a la aparición de las artes, Ravel se benefició de influencias muy diversas. Mas, como lo destaca Vladimir Jankélévitch en su biografía, «ninguna influencia puede jactarse de haberlo conquistado totalmente.Ravel se sigue manteniendo imperceptible envidiosamente detrás de todas esas máscaras que le dieron los esnobismos del siglo.»
Por ello, la música de Ravel parece, como la de Debussy, profundamente original, o incluso inmediatamente inclasificable de acuerdo a la estética tradicional. Ni absolutamente modernista ni simplemente impresionista (tal como lo hiciera Debussy, Ravel negaba categóricamente este calificativo que consideraba sólo reservado a la pintura), se inscribe mucho más en la línea del clasicismo francés iniciado en el siglo XVIII por Couperin y Rameau y del cual fue su última prolongación. Por ejemplo, Ravel (al contrario que su contemporáneo Stravinski) no deseó nunca renunciar a la música tonal y sólo utilizó con parsimonia la disonancia, lo que no le impidió por sus investigaciones hallar nuevas soluciones a los problemas planteados por la armonía y la orquestación, y dar a la escritura pianística nuevos caminos.


• De Chabrier al Jazz
De Fauré y Chabrier: “Sérénade grotesque”, “Pavane pour une infante défunte” (Boston Symphony Orchestra, dir. Seiji Ozawa) “Menuet anticue”; de la música afro estadounidense: “L’Enfant et les sortilèges” (Simon Rattle, dir. The London Philharmonic Orchestra), “Sonata para violín” (Gonçal Comellas, violín & Josep Mª Colom, piano), “Concierto en sol”; pasando por la escuela rusa: “A la manera de Borodine” (Alexandre Tharaud), orquestación de “Cuadros de una exposición”; de Satie, Debussy “Jeux d’eau” (Cziffra) y “Cuarteto de cuerdas”; de Couperin y Rameau “La Tumba de Couperin” (Berliner Philharmoniker, dir. Semyon Bychkov); de Chopin y Liszt “Gaspard de la Nuit” y “Concierto para la mano izquierda” (Pierre-Laurent Aimard, piano · Pierre Boulez, conductor · Berliner Philharmoniker); de Schubert “Valses nobles y sentimentales”); de Schönberg “Tres poemas de Mallarmé” y finalmente, de Saint-Saëns y Mozart “Concierto en sol”.

Ravel y Stravinsky
Ravel supo hacer una síntesis de corrientes extremadamente variadas e imponer su estilo a partir de sus primeras composiciones. Este estilo no tenía más que ir evolucionando poco a poco durante su carrera, sino del modo como él mismo se refirió al decir «dépouillement poussé à l’extrême» (depuración llevada al extremo) “Sonata por violín y violonchelo” (Yunsi Cen, violin & Conglu Xu, cello).

• El ecléctico
Enamorado de las nuevas sonoridades, Ravel se entusiasmó por la música gitana que le inspiraría su “Tzigane” (Joshua Bell), rapsodia de concierto para violín y orquesta (1924).

Ravel entre pelotaris en Ziburu
Compositor ecléctico por excelencia, Ravel supo sacar provecho de su interés por las músicas de todos los orígenes. Sobre su imaginario musical tuvo notoria influencia el País Vasco “Trío en la menor” (Yehudi Menuhin, violín & Gaspar Cassadó, cello & Louis Kentner, piano) y fue su intención componer el concierto “Zazpiak Bat”, cuyo título hace mención a la unidad de la nación vasca de las siete provincias o Euskal Herria. No obstante, Ravel abandonó esta pieza y utilizó sus temas y ritmos nacionalistas en otras de sus piezas.

Asimismo, le influyó en gran medida España (Habanera, Pavana para una infanta difunta, Rapsodia española, Bolero, Don Quijote a Dulcinea), todo lo cual participó mucho en su renombre internacional, y consolidó también la imagen de un músico siempre enamorado del ritmo y las músicas populares. El Oriente “Shéhérazade” (Teresa Berganza, Michel Plasson & The Orchestre Du Capitole de Toulouse), “Introducción y Allegro”, “Mi madre la Oca”, Grecia “Daphnis et Chloé”, Canciones populares griegas y la música gitana “Tzigane” (Joshua Bell, violín) lo inspiraron también.

Paul Whiteman y Maurice Ravel
La música afro estadounidense, que Gershwin le ayudó a descubrir durante la gira americana de 1928, fascinó a Ravel. Introdujo numerosas toques en las obras de su último período creativo como el ragtime en “El niño y los sortilegios”, el blues en el segundo movimiento de la “Sonata para violín” (Max Rostal, violín & Monique Haas, piano), sonoridades del jazz en el “Concierto en sol” (Martha Argerich, piano) y en el “Concierto para la mano izquierda”. Finalmente, es necesario subrayar la fascinación que ejerció el mundo de la infancia sobre Ravel. Fuese en su propia vida (apego absoluto, casi infantil, a su madre, colección de juguetes mecánicos...) o en su obra (en “Mi madre la oca” y “El niño y los sortilegios”), Ravel regularmente expresó una extrema sensibilidad y un gusto pronunciado para lo fantástico y el mundo de los sueños.


• El orfebre sonoro
«Simplemente me niego absolutamente a confundir la conciencia del artista, que es una cosa, con su sinceridad, que es otra (…). Esta conciencia exige que desarrollemos en nosotros al buen obrero. Mi objetivo es, entonces, la perfección técnica. Puedo intentar alcanzarla sin cesar, puesto que estoy seguro que nunca podré alcanzarla. Lo importante es siempre acercarse cada vez más. El arte, sin duda, tiene otros efectos, mas el artista, a mi criterio, no debe tener otro objetivo.» (Ravel, Esquisse autobiographique, 1928).

Ravel al piano en 1912
Esta búsqueda de la perfección contribuyó tanto a su éxito para el gran público como a su descrédito para algunos críticos. Mientras que su amigo Stravinski recordaba su meticulosidad calificándolo de «relojero suizo», algunos sólo consideraron a su música vacía, fría o artificial. Ravel, que no renegó nunca de su amor por los artificios y los mecanismos, buscaba siempre, citando a Edgar Allan Poe, «el punto medio entre la sensibilidad y la inteligencia», replicó con una frase que se han convertido en célebre: «Pero, ¿es que acaso la gente no puede hacerse con la idea que yo sea 'artificial' por naturaleza?»

Pareciera que componer nunca fue cosa fácil para Ravel. Allí donde Mozart habría podido dejar libre curso a su imaginación, su absoluta negativa a ceder a aquella «aborrecible sinceridad del artista» le dio el gusto de la dificultad autoimpuesta, y más aún de la dificultad resuelta. Seguramente es lo que explica el número no tan grande de obras, en un período creativo de alrededor de cuarenta años. Por las mismas razones, varios proyectos de Ravel quedaron inconclusos, siendo el más significativo “La Cloche engloutie” (La campana enterrada, proyecto de ópera de 1906). Plenamente consciente de su carácter, Ravel pudo confiar a Manuel Rosenthal: «Sí, mi genio, es cierto, yo lo tengo. ¿Pero qué es lo que esto realmente significa? Ah, bien, si todo el mundo supiera trabajar como yo sé trabajar, todo el mundo haría obras tan brillantes como las mías.»
En cualquier caso, desde la increíble obertura de “La hora española” a las onomatopeyas de “El niño y los sortilegios”, del pedal obstinado de si bemol del “Gibet en Gaspard de la nuit” (Sviatoslav Richter) a la rigidez rítmica y temporal del Bolero, esta terquedad en la búsqueda de la perfección y este gusto del riesgo forman parte integral de la leyenda raveliana.

• El orquestador
Ravel fue, según Marcel Marnat «el más grande orquestador francés», y de acuerdo al dictamen de numerosos melómanos, especialistas o no, uno de los mejores orquestadores de la historia de la música occidental. Su obra más famosa, el “Bolero”, ¿no debe su éxito sólo a la variación de los timbres y al inmenso crescendo orquestal?
Maestro curtido en el manejo del timbre - aunque sin ser él mismo adepto de numerosos instrumentos - sabiendo encontrar el equilibrio armonioso más sutil, Ravel supo trascender numerosas obras originales (generalmente escritas para piano) y otorgarles una nueva dimensión, tanto obras suyas “Mi madre la oca” (1912), “Valses nobles y sentimentales”, 1912 (Danmarks Radio SymfoniOrkestret & dir. Thomas Søndergaard), “Alborada del gracioso”, 1918, “La tumba de Couperin”, 1919 (Semyon Bychkov, dir. & The Berliner Philharmoniker)... como de sus eminentes colegas: Mussorgsky (“Khovantchina”, 1913), Schumann (“Carnaval”, 1914), Chabrier (“Menuet pompeux”, 1918), Debussy (“Sarabande et Danse”, 1923 Milan State University Orchestra & dir. Alessandro Crudele) o incluso Chopin “Estudio, Nocturno y Vals”, 1923).

Pero sería la orquestación de los célebres “Cuadros de una exposición” (Yuri Temirkanov & Royal Philharmonic Orchestra) de Modest Petróvich Mussorgsky, la que sentó definitivamente la reputación internacional de Ravel en la materia. Su versión sigue siendo referencial y eclipsa la de otros compositores que lo han intentado. Los Cuadros orquestados por Ravel forman parte, junto al Bolero, de los obras franceses más interpretadas en el extranjero.
Ravel fue un buen pianista sin llegar a ser un virtuoso (algunas de sus propias composiciones, en particular, el Concierto en sol, que él mismo soñaba interpretar, le siguieron siendo inaccesibles). Durante su gira americana en 1928, tocó su Sonatina, acompañó en su Sonata para violín y algunas de sus canciones.


En cambio, como director de orquesta, nunca igualó, incluso con mucho, su calidad como orquestación. Las dos grabaciones que dejó (un Bolero de 1930 y un Concierto en sol de 1932) y los testimonios de su época confirman que Ravel no era un virtuoso en el podio.

• El Bolero
En 1928, tras una gira triunfal de cuatro meses por EE.UU. donde arrancó entusiastas aplausos en más de 25 ciudades visitadas, Ravel, de vuelta en Francia, creó “El Bolero” (en francés Boléro) (London Symphony Orchestra, dir.Valery Gergiev) una obra musical estrenada en la Ópera Garnier de París el 28 de noviembre de ese mismo año. Ballet compuesto y dedicado a la bailarina Ida Rubinstein, su inmediato éxito y rápida difusión universal lo convirtieron no solamente en una de las más famosas obras del compositor, sino también en uno de los exponentes de la música del siglo XX. Inspirado en una danza española, se caracteriza por un ritmo y un tempo invariables, con una melodía obsesiva —un ostinato— en do mayor, repetida una y otra vez sin ninguna modificación salvo los efectos orquestales, en un crescendo que, in extremis, se acaba con una modulación a mi mayor y una coda estruendosa.
“Ostinato”, estos dos compases son repetidos ciento sesenta y nueve veces.


Pese a que Ravel dijo que consideraba la obra como un simple estudio de orquestación, el Boléro esconde una gran originalidad, y en su versión de concierto ha llegado a ser una de las obras musicales más interpretadas en todo el mundo, al punto de que hasta el año 1993 permanecía en el primer lugar de la clasificación mundial de derechos de la Société des Auteurs, Compositeurs et Éditeurs de Musique (SACEM)


Otras obras destacables:
• Piano a dos manos
- Sérénade grotesque (1895) (Alexandre Tharaud)
- Menuet antique (1895) (Walter Gieseking)
- Pavane pur une Infante défunte (1899) (Lim dong hyek)
- Jeux d'Eau (1901) (Martha Argerich)
- Miroirs (1905): 1) Noctuelles  2) Oiseaux tristes  3) Une barque sur l'océan  4) Alborada del gracioso  5) La vallée des cloches  (Jean Doyen (1907-1982), piano Bösendorfer)
- Sonatine (1905) 1/3  2/3  3/3  (Robert Casadesus)
- Gaspard de la Nuit (1908)  I ."Ondine”  II.“Le Gibet”  III. "Scarbo"  (Martha Argerich)
- Minueto sobre el nombre de Haydn (1909) (Werner Haas).

• Orquesta
- Shéhérazade (1898) “Ouverture de féerie”, 1/2 , 2/2 (Concert of the Société Nationale)
- Rapsodie espagnole (1907): “Prélude à la Nuit” (The Cleveland Orchestra / Vladimir Ashkenazy)
• Bailes
- Dafnis y Cloe (1906-11) (The Rome Orchestra Symphony & Chorus of Rai & dir: F. Angius)
- Ma Mére l'Oye (de su propia suite de piano) (1912) ( Berliner Philharmoniker, dir. Sir Simon Rattle)
Obras líricas
- Myrrha(1901)
- Valses nobles y sentimentales (1911) (Symphony Orchestra, dir. Thomas Søndergaard).
- Prélude (1913) (Grigory Sokolov, piano)

Piano a cuatro manos
- Ma Mére l'Oye (1908)
- Dos pianos a cuatro manos “Les Sites Auriculaires” (1985) (Paul Jacobs, Gilbert Kalish, Teresa Stern)
• Canto y piano
- Histories Naturelles (1906) (Susan Graham soprano, (Malcolm Martineau piano)
- Sur l'Herbe (1907) (Zehava Gal - Mezzo Soprano, Jonathan Zak – Piano)
- Vocalise en forme d'Habanera (1907)
- Cinq mélodies populaires grecques (1907)
- Mélodies Hebraiques (1910) (Cecilia Bartoli, soprano& Myung-Whun Chung, piano)
- Trois Chansons (1913) (Solistas: Donna Deam, Frances Jellard, Paul Badley, Ben Parry &The Cambridge Singers, dir. John Rutter)
• Canto y orquesta
- Shéhérazade (1907) (Suzanne Danco, soprano & Orchestre de la Suisse romande, dir. Ernest Ansermet)

Maurice Ravel y Lily Laskine en 1935
Música instrumental
- Cuarteto de cuerda (1902-03) (Hagen Quarter)
- Introdución y Allegro para arpa, cuerda, flauta y clarinete (1906) (Gwendolen Mason, harpa; Robert Murchie, flauta; Haydn P. Draper, clarinete)
- Trío para piano y violonchelo (1914) (Jascha Heifetz, violín; Gregor Piatigorsky, cello; Arthur Rubinstein, piano)
• Óperas
- Alcyone (1902) 1/3, 2/3, 3/3  (Mireille Delunsch, soprano; Béatrice Uria-Monzon, mezzo-soprano, Paul Groves, ténor & Orchestre du Capitole de Toulouse)
- Alyssa (1903)
- L'Heure espagnole (1907) “Oh¡ la pitoyable aventure” (Anna Stephany, Mezzo Soprano)

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